Paco Echeverría
Óclesis
Desde la publicación de la famosa saga literaria conocida como “The Cthulhu Mythos” (Los mitos de Cthulhu), el escritor Howard Phillips Lovecraft ha sido fuente de una pasión inagotable dentro de la literatura de terror fantástico. Los temas que el lector ha de encontrar en cada uno de los textos que conforman dicha mitología son variados, pues van desde alienígenas, criaturas sobrenaturales, entidades amorfas, razas extrañas, humanoides, cultos humanos degenerados, esoterismo, brujería y vampirismo.
Respecto a este último, es un tópico desconocido o poco estudiado o novedoso en algunos casos dentro de la obra de Lovecraft, como lo podemos constatar en los numerosos correos que han enviado nuestros lectores a la cuenta de “Jornadas Lovecraftianas”, pidiéndonos clarificar y valorar más la figura del vampiro o del vampirismo en la obra del famoso literato, tratando de ir más allá de penosas e incipientes charlas que algunos grupos han presentado de una manera muy “light”, carentes siquiera de definir el sentido de la práctica hacia indagaciones de vanguardia que rompan con las visiones clásicas.
La creencia en los espíritus y seres sobrenaturales, de los más diversos tipos, ha sido algo común en los hombres de todas las épocas y de todo el orbe. Entre los más temidos y universalmente reconocidos se encuentran los “espíritus de los muertos”, y algunos ocultistas creen que la primera consciencia de un mundo de los espíritus aparece cuando el hombre primitivo, de naturaleza muy sensible, creyó que los muertos regresaban. Estas entidades intangibles y sutiles eran temidas porque visitaban la tierra en busca de nueva vida, generalmente mediante la absorción de sangre humana. Esto crearía la primera asociación mental entre la idea de los espíritus, la muerte, el reclamo de sangre y el vampirismo.
Ahora bien, en el caso de la obra de H.P. Lovecraft, podemos rescatar dos factores como influyentes para que éste abordara el tema vampírico: uno externo y uno interno. El primero se refiere a que a finales del siglo XVIII y principios del XIX, la creencia en vampiros se había extendido en algunas partes de Nueva Inglaterra, especialmente en Rhode Island —tierra natal de Lovecraft— y Connecticut Oriental. Es curioso que en esta región haya casos documentados de familias que exhumaban a sus muertos para practicarles algún tipo de ritual mágico con el fin de desterrar cualquier manifestación no-muerta (todavía la palabra “vampiro” no se utilizaba) que fuera capaz de enfermar y llevarse al otro mundo a sus familiares. En realidad, hoy se sabe, que lo que hacía fallecer a la gente era la devastadora tuberculosis y no la creencia de que el difunto venía a aniquilar a los miembros de la familia. Sin embargo esta idea quedó fijada en el folklore colectivo hasta convertirse en una leyenda urbana.
En cuanto al factor interno, si nos atenemos a lo que afirman la mayoría de los biógrafos, de que Lovecraft fue tratado como un inválido por su familia, a saber por su madre, sus dos tías, y su abuelo, malcriándolo con tanta sobreprotección. Seguramente esta vida mimada influyó en la configuración de su narrativa, y por tanto, en el asunto que estamos tratando aquí. Al respecto, Joseph Vernon Shea —uno de los miembros menos reconocidos del llamado “Círculo de Lovecraft”—, dice las siguientes palabras en su ensayo “H.P. Lovecraft: la casa y las sombras”: “La mansión Lovecraft fue siempre esencialmente una casa de mujeres. La Sra. Lovecraft reprimía a Howard como una inmensa almohada, concentrando hacia ella su devoción e individualidad. Las únicas visitas regulares eran sus tías del lado materno, con las que viviría incluso después de la muerte de su madre. Una de sus tías, la señorita Gamwell, residiría con Lovecraft casi toda su vida adulta, cuidándose de los quehaceres de la casa. Ella le sobreviviría por pocos años. Sin embargo, Lovecraft debió haberse proyectado a través de sus lecturas con la leyenda del vampirismo sin reconocer, solo subconscientemente, al vampiro en su casa”.
Con base en estos factores, sobran razones para comprender porque se encuentran algunos rastros de vampirismo en las páginas lovecraftianas, ya sea: 1) como característica de sus criaturas de otros mundos o, 2) como parte de siniestros rituales mágicos.
Dentro del primer caso podemos citar el relato titulado “The outsider” (El extraño, 1921), en el que se percibe un trabajo casi autobiográfico en el que Lovecraft, a través del personaje, construye una criatura con cierto aire vampiresco, un monstruo aislado de la sociedad que patéticamente transmite ese sentimiento de soledad y que sin duda sirve para que el autor hable metafóricamente sobre su triste micromundo: “Mi aspecto era asimismo una cuestión ajena a mi mente, ya que no había espejos en el castillo”.
“The Hound” (El sabueso 1922), también es un relato en el que Lovecraft presenta de una manera completamente original el vampirismo. Llevados por el ímpetu de la aventura, dos profanadores de tumbas modernos roban un extraño talismán de la tumba de un antiguo profanador holandés, cuya maldición se manifiesta a través de rasguños, huellas dejadas en el suelo, ojos que observan en la oscuridad, pero sobre todo, del lejano, tenue y monótono aullido de lo que parece ser un sabueso gigantesco, el cual después de cometer una serie de asesinatos es hallado del siguiente modo en su tumba: “Allí, en el interior del féretro secular, y abrazado por un numeroso grupo de grandes, nervudos y dormidos murciélagos, se encontraba el ser al que habíamos profanado mi amigo y yo; pero no limpio como lo habíamos visto entonces, sino cubierto de coágulos de sangre, y trozos de carne y pelo, y me observaba fijamente con sus cuencas oculares fosforescentes y sus filosas fauces sangrientas y abiertas, esbozando una sonrisa ante mi inexorable condena”. Sin duda se trata de un demonio fuertemente asociado al vampirismo
En otro relato, “The Sunned House” (La casa evitada, 1924), donde Lovecraft juega con la figura del vampiro desde una perspectiva que rompe con la tradicional representación de éstas criaturas; se trata de una entidad amorfa que además de la sangre succiona la vitalidad de los habitantes de la casa hasta llevarlos a la muerte: “La mancha antropomórfica de mohoso salitre del suelo, la configuración o silueta del amarillento vapor y la curvatura de las raíces en algunas de las antiguas leyendas, tendían a confirmar por lo menos una remota y recordada conexión con la forma humana; pero nadie podía saber con certeza hasta qué punto era representativa o permanente aquella similitud”.
Aquí se trata de la versión del vampiro como “entidad psíquica”, es decir, una entidad que lleva a la muerte a los seres humanos no por contacto físico, sino más bien por medio de la absorción de su energía vital.
Finalmente podemos mencionar también “The Shadow out of Time” (traducido como En la noche de los tiempos o La Sombra fuera del tiempo, 1935) o “The Festival” (El ceremonial, 1923) en que alcanzamos a leer lo siguiente: “Maldita sea la tierra donde los pensamientos muertos viven reencarnados en una nueva y particular existencia, y maldita sea el alma que no habita ningún cerebro”. Una ambigua referencia al vampirismo, que sumada a los ejemplos anteriores, Lovecraft trata de decirnos que siempre serán buenos tiempos para hablar de aquellos muertos que nos sumergen en aquel laberinto de horror y locura.
Ahora bien, en lo que respecta al fenómeno vampírico como resultado de cierta magia póstuma. Para ello, tenemos la compleja novela titulada “The Case of Charles Dexter Ward” (El caso de Charles Dexter Ward, 1927), en la cual Lovecraft trata de forma completamente original el vampirismo, combinándolo con los Mitos de Cthulhu, la alquimia y la brujería.
Un dato interesante de este trabajo lovecraftiano es el giro que experimenta la clásica trama del vampiro, pues en la mayoría de los casos la historia comienza presentando a éstas criaturas bajo una apariencia viva y humana, bebiendo porciones moderadas de sangre, para después morir y retornar hacia el final de la narración. En la citada novela del maestro Lovecraft sucede lo contrario, el vampiro es un ya muerto desde el principio y prepara su retorno a este mundo exigiendo generosas porciones de sangre.
Bajo esta esquema, es preciso aclarar que dentro de la literatura vampírica la figura del vampiro ha servido de metáfora para cualquier asunto: en Bram Stoker representa la metáfora de la liberación sexual; en Garth Ennis es la metáfora de la vida de un alcohólico; en Anne Rice generalmente es la metáfora de la homosexualidad y en Stephen King es la alusión a una infección viral. El vampiro de Lovecraft en “The Case of Charles Dexter Ward”, es el emblema de lo peligroso que puede resultar hurgar acerca de nuestro propio pasado, empezando desde nuestra historia de familiar, donde seguramente encontraremos cosas que jamás hubiéramos querido saber.
En efecto, en la trama, el joven Ward rastreando el pasado de Joseph Curwen, uno de sus ancestros de la época colonial en Nueva Inglaterra, descubre que éste fue un exitoso comerciante naviero dedicado a la trata de esclavos y un hábil mago, cuyos poderes le permitían retrasar los efectos del envejecimiento, a tal punto, que en el momento de su muerte, cuando tenía ya más de un siglo de edad, todavía aparentaba ser a lo sumo de 40 años. También tenía la capacidad de resucitar a los muertos y de conversar con ellos, convocar entidades cthulhianas —como Yog-Sothoth— y lanzar hechizos capaces de trascender el tiempo e inspirar a algún descendiente a interesarse en su obra, y en su momento, que intente traerlo a la vida.
Curwen hace un vasto uso del sortilegio de la resurrección para acumular tanto conocimiento histórico como ocultista, y lograr así, poderes cada vez más grandes. Curwen mostrará elementos combinados de posesión demoniaca y tendencias vampíricas, atacando a los viajeros locales y penetrando en las casas para beber la sangre de los habitantes: “He aquí el siguiente párrafo: “Muchas personas que volvían tarde a sus hogares o dormían con las ventanas abiertas fueron atacadas por una criatura extravagante, que los sobrevivientes describieron alta y delgada, de mirada febril, que hincaba los dientes en la garganta o en el hombro para succionar con avidez el fluido sanguíneo de la víctima”.
Ahora bien, un dato curioso dentro de la temática vampírica fue el juego literario que entablaron Lovecraft y Robert Bloch —aquel que escribiría “Psicosis” llevada después a la pantalla con gran éxito. Hacia 1935 Bloch escribió “The Shambler from the Stars” (El vampiro estelar, 1935), en el que un vampiro proveniente del espacio sideral se caracteriza por su voraz apetito de sangre: “Era una inmensidad de gelatina palpitante, húmeda y roja, una burbuja escarlata con miles de apéndices tentaculares que se enroscaban y desenroscaban en el vacío. En los extremos de estos apéndices, unas bocas se abrían y cerraban con horrible codicia… Era una cosa hinchada y obscena, un bulto sin cabeza, sin rostro, sin ojos, una especie de buche ávido, dotado de garras, que había brotado del vacío estelar”.
Es un cuento muy bueno, pues no cae en el estereotipo del vampiro tradicional, es simplemente una manera de mirar al vampiro desde una perspectiva galáctica.
A modo de broma, Bloch introdujo en el relato a un místico de Providence, fácilmente identificable como Lovecraft, que sufría una muerte horrible al recitar un pasaje de un maléfico tomo. Más tarde, Lovecraft le devolvió la jugada con “The Haunter of the Dark” (El morador de las tinieblas, 1936) y su vampiro: “Por la noche se había desencadenado una tormenta que había dejado sin luz a la ciudad […] Los vecinos de la iglesia maldita juraban que la bestia de la aguja se había aprovechado de la ausencia de luz en las calles y había bajado a la nave de la iglesia, donde se habían oído unos torpes aleteos, como de un cuerpo inmenso y viscoso”.
Luego, Bloch escribiría un tercer relato, “The Shadow from the Steeple” (La sombra que huyó del chapitel), como continuación de The Haunter of the Dark.
Un excelente ejercicio literario el que emprendieron estos escritores para poner en evidencia que el vampirismo en todas sus facetas será siempre un tema central para manifestar los deseos e inquietudes inexpresadas de la sociedad. La forma en que Lovecraft incluye el género vampírico a sus relatos es destacada, a pesar de que dicho género, para la época de nuestro autor estaba ya agotado, inclusive tenía cierta aversión por los clásicos clichés de vampiros, fantasmas, científicos locos y hombres lobo, razón por la cual le impulsó a desarrollar una visión sobre el horror cósmico, su legado más granado.