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lunes, 4 de octubre de 2010

Palabras en la dulce promesa del extravío

Paco Echeverría
Óclesis

El pasado sábado 25 de septiembre el famoso espacio cultural “Profética. Casa de la Lectura” fue centro de inquietudes que al vuelo de la letra en malabares lúdicos sirvió para presentar la colección de cuentos “Palabras Perdidas”. Hoy que se habla tanto de ya no tener ideología, parece ser que con esta apuesta literaria, dicha afirmación se trueca como una cuestión irremplazable, ya que los hombres necesitan dar algún sentido a sus vidas y este sentido, entre los tantos artificios que ha creado el mismo hombre, se encuentra la palabra como acto de creación colectivo, capaz de arrobarse en la dulce promesa del extravío.

“Palabras perdidas” es el resultado de un trabajo de equipo, de introspección compartida, de abrazos mutuos arropados en brazos del otro, un viaje en el que los narradores saben que el primer paso es lento, no obstante los resultados se verán mañana, cuando el mito de juntar palabras en busca de una coherencia lógica termina por abismarnos en la negatividad de nuestra propia dialéctica.

Durante la presentación de este bocado literario, Marco Antonio Cerdio Roussell aceptó que el azar lo había llevado a su lectura: “Fue el azar el que puso en mis manos este pequeño libro de pasta negra y portada abstracta que esta tarde presentamos. Sin embargo, no se puede negar la profunda causalidad inherente al azar. Este pequeño libro que, en una primera mirada, no es más que uno de tantos esfuerzos por hacer llegar a un potencial lector aquello que siendo en un principio intuiciones termina siendo, tras un fatigoso proceso de aprendizaje, prueba y error, nuestro relato, cumple con ciertas características que nos obligar a remarcar su presencia frete a otras posibilidades de lectura”.

Veintitrés relatos de ocho autores es la arquitectura de “Palabras perdidas”, cuyos registros y matices son variados —aseveró Cerdio Roussell—, “algunos quizá nos parezcan más viñetas psicológicas o divertimentos formales, pero en lugar de restarle méritos al libro, permiten una mayor amplitud de lecturas, por ejemplo al contrastar quién le apuesta a la introyección, quién a la construcción de una trama, quién a integrar lo fantástico, quién a elevar lo cotidiano a eje de su trabajo creativo. Retomando lo dicho previamente, uno de los rasgos que me permiten recomendar este libro es la gran variedad de registros que alcanzan estos ocho autores y que se recogen en los relatos seleccionados”.

En efecto, la pluralidad de voces del texto refleja un mundo ofuscado difícil de entender, difícil de clasificar, en el límite, bajo el sol de la cáustica duda y de la consigna nietzscheana de que “nadie puede construirse el puente sobre el cual hayas de pasar el río de la vida; nadie, a no ser tú”. De ahí la enajenante “Pregunta” por la que se desmorona Susana López Sánchez” en su relato: “tuve tiempo de seguir buscando mi duda, mi necesidad”.

Duda y necesidad, esos duendes que te besan en sueños, ojos que te miran a los ojos de manera tan directa, que son capaces de dejarte “Completamente a oscuras”, según reza el título del cuento de Julia Salinas. Lucha existencial, resaca juvenil y espejismo postmoderno parecen completar el cuadro de “Palabras perdidas”, pues de momento se tiene la desesperada sospecha por romper el tedio de tanto recuerdo que ya no era recuerdo, sino simple circularidad que se cierra para abrir otra, y otra, y otra … puro vértigo, y ya Mayra Martínez Espinoza lo ratifica así cuando sugiere que lo último que entendemos sobre la gravedad del amor y la vida es que en “Retroceso” ya no es lo mismo.

Sin embargo, Sergio Cuateco, es más fresco, capaz de dejar una sensación esperanzadora de encontrar el camino hacia el temido “yo”, aunque esto no significa que se trate de un negocio fácil o inequívoco, pues casi siempre será una promisoria moneda al aire, un “Águila o sol”: ¿risa o tristeza?, ¿apropiación o desapego?, ¿transparencia o mentira?, o simplemente aceptar el amor de puertas adentro durante la mañana gris del corazón antes de que se convierta en fallida epopeya. Creo que por eso María del Sol Valdivia nos refiere que “Los androides no aprecian la buena literatura”, porque no cabe duda de que todo es motivo de empatía y entropía, pura termodinámica de deconstrucción conceptual.

Para Cerdio Rousell, la confluencia de miradas es la culpable de la riqueza de “Palabras perdidas”, algo poco común en obras de este tipo. No se trata del libro de autores con trayectoria, pero encontramos autores en los que se nota el camino recorrido y un oficio; no es un texto de autores primerizos, pero encontramos relatos con todo el desparpajo y la voluntad experimental de quien inicia su carrera literaria.

Quizás el relato más sugerente sea el de Nicholas Gutiérrez Pulido, “La elección de Wittgenstein”: “Nosotros no podemos hacer proposiciones sobre el funcionamiento de nuestro lenguaje”, so pena de tropezar con aquellos “juegos del lenguaje” que el célebre filósofo propone porque el lenguaje no expresa como un espejo el mundo: “las palabras —Raúl Gutiérrez Sáenz dixit— tienen sentido de acuerdo con el uso que se hace de ellas y de acuerdo con el contexto en el que se usa dicho lenguaje”.

Finalmente Marco Cerdio exhortó a lectura del libro: “A mi gusto, esta selección de textos amerita leerse, no aburre y despierta en relación con cada uno de los autores diversos cuestionamientos que solo el seguimiento de su trayectoria podrá resolver. Por ahora sólo me queda invitarlos a que lean el libro, y terminada su lectura, me digan si no valió la pena, ya que para ese momento estaremos esperando un nuevo libro de nuestros autores”.

“Palabras perdidas” se encuentra a la venta en las librerías de “Profética. Casa de la Lectura ” (3 sur 701, Centro Histórico) y la Universidad Iberoamericana.

Publicado el Viernes 1 de octubre de 2010 en la Sección Cultural de Momento Diario

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