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martes, 18 de octubre de 2011

Educación… ¿de verdad ejercemos lo que aprendemos en las escuelas?

• La educación es una cuestión de Estado
Alejandro Vázquez Pozos [1]

Óclesis
Durante décadas la educación en nuestra nación se ha visto supeditada a éste mal entendido concepto de derecho, y de ahí hemos derivado en una nueva clase de lenguaje técnico en la que esta noción ha sido delegada a una franca exhortación de que la educación es una obligación para un país donde se carece de tantas cosas, pero que “vive lleno de esperanzas y de buenas voluntades”.
Y es que ciertamente, la cobertura educativa en México es hoy un reto difícil de encarar, con iguales o peores condiciones a las que se enfrentaron los fundadores de la Secretaría de Educación Pública; y que las premisas bajo las cuales fue creada esta secretaría: “cumplir con la democratización de la administración educativa, y con los postulados del Artículo Tercero Constitucional, ya que era necesaria una acción a nivel nacional, pues no bastaba con sólo declarar la educación gratuita, laica y obligatoria: se necesitaba tomar medidas para realizarla”, siguen estando vigentes. Y si bien la férrea vigilancia de José Vasconcelos, quien asumió las tareas educativas desde la perspectiva de la vinculación de la escuela con la realidad social; en su discurso de toma de posesión como rector de la Universidad afirmaba:
“Al decir educación me refiero a una enseñanza directa de parte de los que saben algo, en favor de los que nada saben; me refiero a una enseñanza que sirva para aumentar la capacidad productiva de cada mano que trabaja, de cada cerebro que piensa [...] Trabajo útil, trabajo productivo, acción noble y pensamiento alto, he allí nuestro propósito [...] Tomemos al campesino bajo nuestra guarda y enseñémosle a centuplicar el monto de su producción mediante el empleo de mejores útiles y de mejores métodos. Esto es más importante que distraerlos en la conjugación de los verbos, pues la cultura es fruto natural del desarrollo económico [...]”
A partir de estas buenas intenciones del primer titular de esta dependencia federal, podemos asumir una postura de profunda reflexión y señalar que esas promesas incumplidas no sólo recaen en las autoridades que planean, desarrollan y promueven la educación en nuestro país, sino también en nosotros, que una vez concluida la educación básica, y la universitaria —si es el caso— poco o mucho hacemos por mantenernos actualizados, por informarnos y participar activamente, desde nuestros diferentes ámbitos de acción (académico, laboral, institucional, etc.) en aquellos temas que podrían incidir en la sociedad de la que formamos parte. Y esto incluye desde dar una opinión respecto de un tema, la forma en que enseñamos en las aulas, la visión que aplicamos en los diferentes trabajos que realizamos, etc.

Las autoridades en la materia en ese tiempo apostaban que el desarrollo de una sociedad educada impulsaría el desarrollo en todos los ámbitos del país… hoy sigue siendo la misma apuesta, pero los resultados siguen siendo limitados porque todo esfuerzo será en vano mientras sean sólo unos cuantos los que se esfuercen por mejorar y trascender. Y de ahí la pregunta que da título a este artículo: usted querido lector… ¿qué tanto se preocupa por ejercer los conocimientos que le fueron transmitidos en la escuela? Y una pregunta todavía más compleja… ¿ha hecho buen uso de sus conocimientos?


[1] Sobre el autor. Alejandro Vázquez Pozos es egresado de la licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica de FFyL de la BUAP. de la cual fue becario, también ha sido becario de la CANIEM. Ha colaborado en diversos grupos académicos en Puebla y colabora para varios medios impresos y radiofónicos tanto a nivel estatal como nacional. Actualmente se desempeña como Coordinador Editorial de la iniciativa Óclesis. Víctimas del artificio A.C.

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